11 marzo 2007

Crepúsculo, despertar del yo autentico

Quinta Raíz : Nada

LA ÚLTIMA IMAGEN QUE QUEDÓ PLASMADA EN SU RETINA FUE LA DE SU ASESINO. El último sonido, los agónicos alaridos de su enemigo. El último sabor, su sangre resbalando entre sus labios. El último tacto, la encrespada hierba bajo sus dedos. El último aroma, el tenue perfume de su amado feudo. El último pensamiento, el definitivo despertar del yo autentico.

Su sangre salpicó el tronco de un cerezo en flor, en una imprecisa línea oblicua de puntitos irregulares. El árbol, acongojado, amortajó con sus blancos pétalos el cadáver. Nunca más brotó flor alguna de aquél . Con los años el lugar se convertiría en un remanso de peregrinaje . La oscura mancha de sangre no ha desaparecido, mudo testigo del lugar donde feneció el maestro .


Cuarta Raíz : Fuego

Se observaron en silencio mientras la batalla discurría a su alrededor sin atreverse a importunarlos. El joven general, ataviado con una pesada armadura, rozaba la hierba con la punta de su no-dachi, el anciano, cubierto apenas con un kimono ceremonial, encaraba con una pica a su adversario.
El primer embate consistió en una serie de fintas lejanas, meros tanteos de la habilidad del oponente. El segundo hubiera acabado con la muerte de combatientes menos diestros. Danzaron en baile mortal mientras enemigos y aliados morían a su alrededor. El anciano percibió un fallo en la guardia de su adversario que desprotegía levemente su flanco derecho, apenas un detalle imperceptible a la mirada profana. Repitió una vez más el ataque y, al finalizar el movimiento, cargó contra la izquierda de su adversario que en un acto reflejo rasgó el vientre del veterano luchador. En el que sería el último golpe de su existencia atravesó el muslo del joven general, quebrando el hueso y clavando la pica en la esponjosa tierra.


Tercera Raíz: Aire

La primera tropa, las más ostentosa, escapó serpenteando entre los campos de arroz en dirección a las colinas y el vado del Heimen. Ondeaban sus estandartes y los pasos de infantes y jinetes resonaban estridentemente.

Las segunda tropa, muy disminuida, aseguró la defensa de la fortaleza: Encendió los fuegos, cerró los portones y tomó posiciones aprestando sus arcos tras las almenas.

La tercera tropa, la más numerosa, ocultó su presencia escabulléndose sigilosa por una sinuosa trocha hasta las cuevas de los acantilados. No portaban armadura ni estandarte que pudiera revelar sus pasos.

Hireyama, el joven, vigilaba desde la cima de una alejada colina los movimientos de los ejércitos, señalados por los numerosos banderines que cada soldado portaba a su espalda. Los estandartes amarillos de su enemigo se dividieron en dos formaciones. La más numerosa perseguía al primero de sus contingentes, la menor comenzó el sitio del alcázar. Esperó hasta ver bien separado un grupo del otro, entonces hizo sonar su cuerno, que resonó con un sonido hueco.

La primera tropa detuvo su avance y esperó a sus perseguidores. La tercera inició de nuevo su huida siguiendo la línea de la playa para unirse al ejercito del señor Aminawa. A los sitiados tan solo les restaba esperar.


Segunda Raíz: Agua

- ¡Señor! Un ejercito esta desembarcando en el estuario. - Anunció Hireyama Ninte , su consejero de confianza.
-¿Quiénes son ? -
- Los ejércitos Miya, señor. Un gran contingente. -
Takuan Soho asintió reflexivo - ¿Quién los comanda? -
- El estandarte de Miyamoto Musashi ondea en la nave capitana. He ordenado que nuestro ejercito se acantone. -
Conocía la fama y fiereza del general enemigo. Sus meritos y defectos. -"Es una suerte, si hubieran enviado a Tohen o a Hirumamoto poco podría hacer. Lograría derrotar a cualquiera de ellos pero solo Musashi cegará su raciocinio por vencer al mítico Soho. "- pensó satisfecho.
- No, mi buen Ninte, dejaremos un pequeño retén en la fortaleza. Los demás partiremos. - Percibió la sorpresa reflejada en el rostro de su consejero, mas este, respetuoso con su señor, no contradijo su mandato. - No debemos aferrarnos al castillo como a una roca pues como el agua rodea a un peñasco así hará su ejercito, limitándose a sitiarlo con una exigua fuerza mientras la mayor parte continua su avance. Nuestro deber consiste en detener al enemigo y procurar la victoria de los nuestros. La lealtad debida nos encamina a la rectitud de mente y esta al despertar del yo autentico.-


Primera Raíz: Tierra

La guerra, como la peste, había saltado de isla en isla, y pronto alcanzaría su feudo, antes de las nieves. El joven señor renegó de sus advertencias, negándose a tomar partido por ninguna de las dos facciones que con cruenta determinación disputaban el trono del emperador.

-Señor Aminawa, si no apoyáis a ninguno de los dos bandos ambos os tomarán por enemigo.-
-¡ Calla Takuan Soho ! No vivimos ya en los tiempos bárbaros de tu juventud. Dirimirán sus diferencias y juraremos vasallaje al vencedor . Es lo más astuto y para cualquier sabio es evidente que nuestra isla carece de valor estratégico ¿Deseas atraer la guerra a nuestro hogar? ¿Acaso pretendes que dilapide la herencia de mis ancestros?-

También en sus años jóvenes dijeron haber alcanzado la civilización y denostaron lo antiguo como un periodo bárbaro. Obviamente, erraron. -"La guerra es una bestia hambrienta que una vez desatada no se atiene a raciocinio alguno, su único anhelo es devorar. Los hombres buenos cometen atrocidades que de otro modo no imaginarían. Después lo lamentan de por vida."- Reflexionó al contemplar desde lo alto de un torreón aquellas hermosas tierras mientras sus ojos brillaban con infinita tristeza. - Ama la paz y prepárate para la batalla.- Susurró cuando la primera de las lágrimas prevaleció sobre su voluntad . Adoraba aquella isla como a su propia esposa e hijos, mas la salvación de todo cuanto amaba le encaminaba inexorablemente a la separación definitiva.



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